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El periodista Jorge Cura en Países Bajos.
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Jorge Cura

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El matrimonio de Países Bajos con el agua

Con momentos buenos y malos.

Decidí cruzar el charco pese a las limitaciones que impone el Covid-19 cuando se trata de viajar a algún país, más complicado aún si vas a Europa. 

Para empezar uno debe tener la prueba de PCR negativa, esperar el resultado es toda una agonía, luego viene el registro de Migración Colombia, el registro en Mi Vacuna para tener el código QR que te va a permitir ingresar a lugares públicos en tu lugar de destino. En fin, son trámites que en medio de la pandemia debes hacer si quieres elevar vuelo y volver a recorrer el mundo.

El periodista Jorge Cura en Países Bajos.

El destino esta vez es Países Bajos, no es la primera vez que vengo acá. Pero el propósito ahora es diferente. Los holandeses llevan toda su vida lidiando con el agua, es como un matrimonio donde a veces las cosas salen bien, pero también pueden salir mal. A pesar de ser tan exitosos en el manejo del agua han tenido sus momentos complicados y hasta trágicos.

Una noche de sábado del 1 de febrero de 1953, fría y de luna llena, una tormenta procedente de la costa de Escocia tocó tierra en el sur del país. Eran las tres de la madrugada cuando los habitantes de Zeeland, Noord-Brabant y Zuid-Holland, se despertaron por el fuerte viento y el ruido ensordecedor. 

Un muro de agua como nunca antes habían visto se llevó por delante todo, sus casas, sus enseres, su gente, su vida. Los diques que debían protegerlos llevaban años sin mantenerse, la guerra los había relegado a un asunto de poca prioridad. Más de noventa explotaron por el efecto del fuerte oleaje y dejaron vía libre al mar, que inundó 200.000 hectáreas sin encontrar resistencia alguna.

Silencio, frío, agua por doquier y sed. Así esperaron un día más hasta que el lunes 20.000 militares acudieron al lugar de la tragedia y un día más tarde fueron finalmente evacuados. Aquel fin de semana, el mar se cobró la vida de 1.835 personas y arrasó con 3.000 casas y 300 granjas. Desde entonces, Holanda no mira de la misma manera a la costa.

Un ingeniero que nos atendió este viernes en la barrera de Maeslant a unos cuantos kilómetros de Rotterdam nos decía que el cambio climático casi que no nos deja reaccionar, pone sus condiciones y la única forma de trabajar para entenderlo es que todos los países unidos, jalonando para el mismo lado se pueda contener su efecto devastador. Ignorar el cambio climático es el primer gran error que estamos cometiendo, la factura que vendrá luego puede salir muy costosa.

Los Países Bajos cuentan hoy con más de 3.000 pólderes, extensiones de tierra que se encuentran por debajo del nivel del mar –que se corresponden a una cuarta parte del territorio holandés, el más rico y fértil–, los cuales han evolucionado y siguen haciéndolo en función de las necesidades del país. Existen lugares en Holanda que están hasta 6 metros por debajo del nivel del mar.

La expansión del territorio es una apuesta arriesgada que requiere una continua inversión de millones de euros en infraestructuras –casi el 30% del PIB nacional–. El Mar del Norte intenta recuperar aquello que le ha sido arrebatado y, si no lo consigue, es gracias a un extenso sistema de diques y obras de ingeniería que protege los pólderes de sus ataques. Los famosos molinos de viento que aparecen por doquier, sin ir más lejos, sirvieron para drenar agua en el pasado.

La barrera de Maeslant, construida en 1997, fue la última construcción del Plan Delta, encargado de proteger a los Países Bajos del mar después de la gran tormenta de 1953. Maeslantkering destaca por ser la primera presa móvil del mundo.

La barrera de Maeslant debía ser desarrollada bajo un plan diferente al resto de diques, pues además de proteger a Rotterdam de las posibles embestidas del mar, debía permitir el acceso de los barcos al puerto de dicha ciudad. Después de 4 años de planeamiento se comenzarían las obras. La construcción constaría de dos compuertas, a la entrada del puerto, que en caso de emergencia, cierran el canal al mar. Se comenzó construyendo los diques secos, a ambos lados del canal, lugar donde se guardarían las compuertas. Cada una de las bisagras pesa 52 toneladas.

Las compuertas son estructuras flotantes formadas por cámaras que, en caso de tormenta, se inundan produciendo el hundimiento del muro, formando así una barrera sobre el mar. Una vez pasada la tormenta, se debe extraer el agua entrada en las cámaras. La longitud de cada compuerta es casi tan grande como la torre Eiffel, y dos veces más pesada. La longitud de ambas compuertas suma aproximadamente 600 metros.

Gracias a estas magníficas estructuras el Puerto de Rotterdam está seguro, con ello toda la economía que se mueve a través de las aguas del río Mosa.

El periodista Jorge Cura en Países Bajos.

Lo que mueve Rotterdam no es poca cosa, es el principal puerto de Europa y el segundo a nivel mundial. Es el puerto de entrada al mercado europeo el cual tiene más de 150 millones de consumidores que viven en un radio de apenas 500 kilómetros desde Rotterdam, y 500 millones de consumidores en toda Europa. 

Este es un mercado gigantesco y es accesible desde Rotterdam a través de cinco modalidades de transporte: terrestre, ferrocarril, transporte fluvial, de cabotaje y un oleoducto. 

Las mercancías que llegan a Rotterdam, en un mañana pueden estar, por ejemplo, en Alemania, Bélgica, Francia o Gran Bretaña en la misma tarde. Desde Rotterdam, a todos los grandes centros industriales y económicos de la Europa Occidental se puede llegar en menos de 24 horas.

Las comparaciones son odiosas, pero tenemos que mirar hacia los países que han logrado objetivos precisos frente a los variados movimientos de la naturaleza. En Holanda los ejemplos abundan en materia de trabajo sobre el manejo de aguas, ya sean ríos o mares. Ellos pensando en colectivo, sin caudillismos populistas han logrado con esfuerzo mantener una nación que corre riesgos en el día a día. 

Hoy apenas he escrito sobre la barrera de Maeslant pero como esta magnífica obra de ingeniería abundan como los tulipanes, otras grandes estrategias que hacen parte del Plan Delta, una iniciativa que ha permitido a los holandeses vivir en un lugar extraordinario, pero no exento de riesgos que impone el manejo cuidadoso y mesurado de la naturaleza.

Holanda coquetea con el agua, el agua impetuosa como una mujer que aún no está muy convencida y pone sus condiciones. Ahí van, de la mano con una relación que puede ser dulce como los lácteos que producen sus grandes vacas en los pólderes, o tormentosas relaciones como esa agua del mar del norte que aún lucha por recuperar el terreno que siente perdido.

El periodista Jorge Cura en Países Bajos.

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